El gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, ha declarado a
la prensa que ve necesaria la creación de un “banco malo” para mejorar
la situación del sistema bancario. A pesar de que Mariano Rajoy aún no
se ha pronunciado sobre este asunto, la idea de crear un “banco malo” ya
venía recogida tímidamente en el programa electoral del Partido
Popular, donde aparecía la siguiente frase: “facilitaremos la gestión
activa del patrimonio dañado de las entidades financieras que lo
precisen”. Además, Ordóñez reconoció que ya ha mantenido “contactos con
quienes van a formar el nuevo Gobierno”. Así las cosas, parece más que
probable que dentro de no mucho tiempo nos encontremos con un “banco
malo” en nuestro país, y se nos repetirá hasta la saciedad que es la
mejor solución de entre las posibles para aliviar los problemas del
sistema bancario.
Pero, ¿qué es exactamente un “banco malo”? Porque quienes defienden
su creación y utilización no suelen esmerarse en explicar su función.
Lanzan al aire frases repletas de términos económicos para confundir el
mensaje y lo adornan con expresiones esperanzadoras para darle color a
un tema muy gris. Cualquier ciudadano medio que escuche las noticias
convencionales y las declaraciones de estos defensores del “banco malo”,
absorberá la falsa idea de que ésta es la mejor opción y la menos
costosa para salir del atolladero en el que los bancos españoles andan
inmersos, y por ende, también la economía española.
Para entender qué es un “banco malo” y cómo funciona, primero hay que
repasar la actual situación de las entidades bancarias. Uno podría
sorprenderse al escuchar que los bancos españoles tienen problemas y a
la vez constatar que sus beneficios económicos han sido muy elevados
durante estos años de crisis. Concretamente, y según la Asociación
Española de Banca (AEB), la banca española obtuvo beneficios de 22.400 millones de euros en 2008,14.943 millones en 2009, y 15.000 millones en 2010. Entonces, ¿cómo es posible que tengan problemas?
La solución es muy sencilla. Los beneficios de una empresa se
calculan sobre el papel, sumando todos los ingresos obtenidos y
restándole todos los gastos. Pero estas cifras pueden manipularse y
maquillarse de formas muy diferentes, de manera que se puede influir en
el resultado de las cuentas (normalmente no por mucho tiempo, pues los
problemas acaban saliendo a la luz tarde o temprano). Al fin y al cabo,
el beneficio de una empresa es una construcción económica realizada por
la mano del hombre. Dependiendo de cómo se calculen los beneficios, los
resultados serán unos u otros.
El caso de los bancos hoy día es muy llamativo. Estos bancos poseen
actualmente una cantidad muy elevada de activos tóxicos. Un activo
tóxico es un título que posee el banco y que viene recogido con un
determinado valor, pero que en la práctica su valor verdadero es mucho
más bajo, o incluso nulo. Un ejemplo de un activo tóxico es un préstamo
que otorgó un banco y que no va a poder recuperar debido a la
insolvencia de la persona que pidió el préstamo. En las cuentas del
banco aparece que el banco recuperará, por ejemplo, los 10.000 euros que
prestó, y por lo tanto viene recogido como riqueza que posee (poseerá).
Sin embargo, si la persona que pidió el préstamo no puede devolver esa
cantidad, el banco posee esos 10.000 euros sólo sobre el papel; porque
supone que los recuperará algún día, pero en realidad nunca los va a
poder recuperar.
Lo mismo ocurre con las viviendas que poseen los bancos. Ésta vienen
recogidas en las cuentas por su valor de tasación; pero si quisieran
venderlas, deberían hacerlo a un precio muchísimo menor porque ya nadie
está dispuesto a pagar tanto como en los años de la burbuja
inmobiliaria. Imaginemos que el valor de tasación de una vivienda en
propiedad de un banco es de 100.000 euros. Ésa será la cantidad que
anota el banco en su balance. Pero nadie está dispuesto a comprar la
vivienda a ese precio. Supongamos que sólo estarían dispuestos a
comprársela por 70.000 euros. Si la transacción se realizase, el banco
tendría que asumir pérdidas por valor de 30.000 euros (70.000 € –
100.000 €).
Eso sí, mientras el banco no venda el piso, nunca anotará las pérdidas; porque por el momento, el piso es suyo y lo valora a un precio artificialmente elevado.
Según algunos cálculos, la banca española aún tiene que realizar saneamientos por valor de 60.000 millones de euros ligados a la burbuja inmobiliaria. Pero esto es sólo una parte del total de activos tóxicos que mantiene la banca española. El total es muy difícil de conocer, pero los cálculos oscilan entre 100.000 y 200.000 millones de euros.
Por eso sobre el papel los bancos parecen ir viento en popa. Porque todavía no han reconocido las pérdidas que deberían reconocer. Si las reconocieran, su situación sería muy diferente.
Eso sí, mientras el banco no venda el piso, nunca anotará las pérdidas; porque por el momento, el piso es suyo y lo valora a un precio artificialmente elevado.
Según algunos cálculos, la banca española aún tiene que realizar saneamientos por valor de 60.000 millones de euros ligados a la burbuja inmobiliaria. Pero esto es sólo una parte del total de activos tóxicos que mantiene la banca española. El total es muy difícil de conocer, pero los cálculos oscilan entre 100.000 y 200.000 millones de euros.
Por eso sobre el papel los bancos parecen ir viento en popa. Porque todavía no han reconocido las pérdidas que deberían reconocer. Si las reconocieran, su situación sería muy diferente.
Así las cosas, el “banco malo” sería una entidad pública que con
dinero público compraría esos activos tóxicos. El precio al que debería
comprar los activos puede diferir:
- El “banco malo” podría comprar los activos tóxicos a sus precios de libro (al valor artificial), y por lo tanto, los bancos nunca anotarían pérdidas, sino que las pérdidas serían para las finanzas públicas. En la práctica el Estado estaría pagando todos los platos rotos de los bancos. Con una enorme cantidad de dinero público se estaría aliviando la mala situación de los bancos
- El “banco malo” también podría comprar esos activos tóxicos a sus precios de mercado, y entonces los bancos tendrían que reconocer sus pérdidas. El Estado pagaría, pero menos cantidad que en el anterior caso. Los bancos reconocerían pérdidas pero a cambio de ello mejorarían su imagen y se ganarían la confianza de otros organismos financieros internacionales, con lo que mejorarían su actuación en el mercado. Se argumenta que de esta manera los bancos tendrían más facilidad de crédito y por lo tanto podrían conceder más préstamos a familias y empresas.
Entre una y otra opción, existe un amplio abanico de posibilidades,
en las que el Estado podría pagar más o menos el dinero que necesitan
los bancos para mejorar sus balances, y los bancos podrían reconocer más
o menos pérdidas. Sea como fuere, cualquier opción que se escoja no
deja de ser otra ayuda a los bancos por parte del Estado, y en
definitiva, por parte de todos los contribuyentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario