Copio este artículo del profesor Navarro porque me parece muy apropiado para explicar determinados conceptos en clase de Economía de 1º de bachillerato.
Falsedades del pensamiento económico dominante.
Permítame,
Sr. lector, que le hable como si estuviéramos tomando un café,
explicándole algunas de las mayores falsedades que se le presentan a
diario en la prensa económica. Debería ser consciente de que gran parte
de los argumentos que se presentan en los mayores medios de información y
persuasión económicos del país para justificar las políticas públicas
que se están llevando a cabo, son posturas claramente ideológicas que no
se sustentan en base a la evidencia científica existente. Le citaré
algunas de las más importantes, mostrándole que los datos contradicen lo
que dicen. Y también intentaré explicarle por qué se continúan
repitiendo estas falsedades, a pesar de que la evidencia científica las
cuestiona, y con qué fin se le presentan diariamente a usted y al
público.
Comencemos por una de las falsedades más importantes, que
es la afirmación de que los recortes de gasto público en los servicios
públicos del Estado del Bienestar, tales como sanidad, educación,
servicios domiciliarios, vivienda social, y otros (que están
perjudicando enormemente el bienestar social y calidad de vida de las
clases populares), son necesarios para que no aumente el déficit
público. Y se preguntará usted, “y, ¿por qué es tan malo que crezca el
déficit público?”. Y los reproductores de la sabiduría convencional le
responderán que la causa de que haya que reducir el déficit público es
porque el crecimiento de este déficit determina el crecimiento de la
deuda pública, que es lo que el Estado tiene que pagar
(predominantemente a la banca, que tiene algo más de la mitad de la
deuda pública en España) por haber pedido prestado dinero a la banca
para cubrir el agujero creado por el déficit público. Se subraya así que
la deuda pública (que se considera una carga para las generaciones
venideras, que tendrán que pagarla) no puede continuar creciendo,
debiéndose reducir recortando el déficit público, lo cual quiere decir
para ellos recortar, recortar y recortar el Estado del Bienestar, hasta
el punto de acabar con él, que es lo que está ocurriendo en España.
Los argumentos que se utilizan para justificar los recortes no son creíbles.
El
problema con esta postura es que los datos (que la sabiduría
convencional oculta o ignora) muestran precisamente lo contrario. Los
recortes son enormes (nunca se habían visto durante la época democrática
unos tan grandes), y en cambio, la deuda pública continúa y continúa
creciendo. Mire lo que está pasando en España, por ejemplo, con la
sanidad pública, uno de los servicios públicos más importantes y mejor
valorados por la población. El gasto público sanitario como porcentaje
del PIB se redujo alrededor de un 3,5% en el periodo 2009-2011 (cuando
debería haber crecido un 7,7% durante el mismo periodo para llegar al
gasto promedio de los países de semejante desarrollo económico al
nuestro), y el déficit público se redujo, pasando del 11,1% del PIB en
2009 al 10,6% en 2012, y en cambio la deuda pública no bajó, sino que
continuó aumentando, pasando del 36% del PIB en 2007 al 86% en 2012. En
realidad, la causa de que la deuda pública esté aumentando se debe, en
parte, a los recortes del gasto público.
¿Cómo puede ser eso?, se
preguntará usted. Pues la respuesta es fácil de ver. El descenso del
gasto público implica que disminuye la demanda pública y con ello el
crecimiento y la actividad económica, con lo cual el Estado recibe menos
ingresos por vía de impuestos y tasas. Y al recibir menos impuestos, el
Estado debe endeudarse más, con lo cual la deuda pública continúa
creciendo. Ni que decir tiene que el mayor o menor impacto estimulante
del gasto público depende del tipo de gasto. Pero se está recortando en
los servicios públicos del Estado del Bienestar, que son los que crean
más empleo y que están entre los que estimulan más la economía.
Permítame que repita esta explicación debido a su enorme importancia.
Cuando
el Estado (tanto central como autonómico y local) aumenta el gasto
público, aumenta la demanda de productos y servicios, y con ello el
estímulo económico. Cuando baja, disminuye la demanda y desciende el
crecimiento económico, con lo cual el Estado recibe menos fondos. Es lo
que en la terminología macroeconómica se conoce como el efecto
multiplicador del gasto público. La inversión y el gasto públicos
facilitan la actividad económica, lo cual es negado por los economistas
neoliberales (que se promueven en la gran mayoría de medios de mayor
información y persuasión del país), y ello a pesar de la enorme
evidencia publicada en la literatura científica (ver mi libro Neoliberalismo y Estado del Bienestar, Ariel Económica, 1997).
Otra farsa: nos gastamos más de lo que tenemos
La
misma sabiduría convencional le está diciendo también que la crisis se
debe a que hemos estado gastando demasiado, muy por encima de nuestras
posibilidades. De ahí la necesidad de apretarse el cinturón (que quiere
decir recortar, recortar y recortar el gasto público). Por regla
general, esta postura va acompañada con el dicho de que el Estado tiene
que comportarse como las familias, es decir “en ningún momento se puede
gastar más de lo que se ingresa”. El Presidente Rajoy y la Sra. Merkel
han repetido esta frase miles de veces.
Esta frase tiene un
componente de hipocresía y otro de falsedad. Déjeme que le explique el
por qué de cada uno. Yo no sé cómo usted, lector, compró su coche. Pero
yo, como la gran mayoría de españoles, compro el coche a plazos, es
decir, a crédito. Todas las familias se han endeudado, y así funciona su
presupuesto familiar. Pagamos nuestras deudas a medida que vamos
ingresando los recursos que, para la mayoría de españoles, proceden del
trabajo. Y de ahí deriva el problema actual. No es que la gente haya ido
gastando por encima de sus posibilidades, sino que sus ingresos y sus
condiciones de trabajo han ido deteriorándose más y más, sin que la
población sea responsable de ello. En realidad, los responsables de que
ello ocurra son los mismos que le están diciendo que tienen que
recortarse los servicios públicos del Estado del Bienestar y también
bajar los salarios. Y ahora tienen la osadía (para ponerlo de una manera
amable) de decir que la culpa la tenemos usted y yo, porque hemos
estado gastando más y más. Yo no sé usted, pero le garantizo que la
mayoría de las familias no han estado comprando y amasando bienes como
locos. Todo lo contrario.
La misma hipocresía existe en el
argumento de que el Estado ha estado gastando demasiado. Fíjese usted,
lector, que el Estado español ha estado gastando, no mucho más, sino
mucho menos de lo que han gastado otros países de similar nivel de
desarrollo económico. Antes de la crisis, el gasto público representaba
solo el 39% del PIB, cuando el promedio de la UE-15 era un 46% del PIB.
Ya entonces, el Estado debería haberse gastado como mínimo 66.000
millones de euros más en gasto público social para haberse gastado lo
que le correspondía por su nivel de riqueza. No es cierto que ni las
familias ni el Estado se hayan gastado más de lo que deberían. Y a pesar
de ello, le continuarán diciendo que la culpa la tiene la mayoría de la
población que ha gastado demasiado y ahora tiene que apretarse el
cinturón.
También habrá usted escuchado que estos sacrificios (los recortes) hay que hacerlos “para salvar al euro”.
De
nuevo, esta cantinela de que “estos recortes son necesarios para salvar
al euro” se reproduce constantemente Ahora bien, en contra de lo que
constantemente se anuncia, el euro no ha estado nunca en peligro. Ni
tampoco hay la más mínima posibilidad de que algunos países periféricos
(los PIGS, que incluye a España) de la Eurozona sean expulsados del
euro. En realidad, uno de los problemas de los muchos que tienen estos
países es que el euro está demasiado fuerte y sano. Su cotización ha
estado siempre por encima del dólar y su elevado poder dificulta la
economía de los países periféricos de la Eurozona. Y otro problema es
que el capital financiero alemán les ha prestado, con amplios
beneficios, 700.000 millones de euros y quiere ahora que los países
periféricos los devuelvan. Si alguno de ellos dejara el euro, la banca
alemana podría colapsar. Esta banca (cuya influencia es enorme) no
quiere ni oír hablar de que estos países deudores se vayan del euro. Les
aseguro que es lo último que desean.
Esta observación, que es
obvia, no es un argumento, por cierto, a favor de permanecer en el euro.
En realidad, creo que los países PIGS deberían amenazar con salirse del
euro. Pero es absurdo el argumento que se utiliza de que España tenga
que ver reducido el tiempo de visita al médico todavía más para salvar
al euro (que es el código para decir, “salvar a la banca alemana y
devolverle el dinero” que prestó consiguiendo enormes beneficios).
Estas
son las falacias que constantemente se le exponen. Pero le aseguro que
se le presentan sin que exista ninguna evidencia que las avale. Así de
claro.
La causa de los recortes
Y se
preguntará usted, ¿por qué se hacen entonces estos recortes? Y la
respuesta es fácil de ver, aunque raramente la verá en aquellos medios
de información y persuasión. Es lo que solía llamarse “lucha de clases”,
pero ahora aquellos medios no utilizan esta expresión por considerarla
“anticuada”, “ideológica”, “demagógica” o cualquier epíteto que utilizan
para mostrar el rechazo y deseo de marginalización de aquellos que ven
la realidad según un criterio distinto, e incluso opuesto, al de los que
definen la sabiduría convencional del país.
Pero,
por mucho que lo quieran ocultar, esa lucha existe. Es la lucha (lo que
mi amigo Noam Chomsky llama incluso guerra de clases –como expone en su
introducción al libro Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar social en España, de
Juan Torres, Alberto Garzón y yo) de una minoría (los propietarios y
gestores del capital, es decir, de la propiedad que genera rentas)
contra la mayoría de la población (que obtiene sus rentas a partir de su
trabajo). Ni que decir tiene que esta lucha de clases ha ido variando
según el periodo en el que uno vive. Era distinta en la época de
nuestros padres y abuelos de la que está ocurriendo ahora. En realidad,
ahora es incluso más amplia, pues no es solo de las minorías que
controlan y gestionan el capital contra la clase trabajadora (que
continúa existiendo), sino que incluye también a grandes sectores de las
clases medias, formando lo que se llaman las clases populares,
conjuntamente con la clase trabajadora. Esta minoría es enormemente
poderosa y controla la mayoría de los medios de información y
persuasión, y tiene también una gran influencia sobre la clase política.
Y este grupo minoritario desea que se bajen los salarios, que la clase
trabajadora esté atemorizada (de ahí la función del desempleo) y que
pierda los derechos laborales y sociales. Y está reduciendo los
servicios públicos como parte de esta estrategia para debilitar tales
derechos. También es un factor importante la privatización de los
servicios públicos, que es consecuencia de los recortes, y que permite
la entrada del gran capital (y muy en particular del capital
financiero-banca y de las compañías de seguros) en estos sectores,
aumentando sus ganancias. Usted habrá leído cómo en España las compañías
privadas de seguros sanitarios se están expandiendo como nunca antes lo
habían conseguido. Y muchas de las empresas financieras de alto riesgo
(que quiere decir, altamente especulativas) están hoy controlando
grandes instituciones sanitarias del país gracias a las políticas
privatizadoras y de recortes que los gobiernos están realizando,
justificándolo todo con la farsa (y créanme que no hay otra manera de
decirlo) de que tienen que hacerlo para reducir el déficit público y la
deuda pública.
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra